Reseña crítica de "La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez. Territorio, soberanía y crímenes de segundo estado." x Ameyalli Avendaño Coronel
Reseña crítica
Datos técnicos: Segato, Rita. La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez. Territorio, soberanía y crímenes de segundo estado. Ciudad de México: Tinta Limón Ediciones, 2013. Digital.
Nombre de la reseñista: Ameyalli Avendaño Coronel
Los enigmáticos crímenes en contra de las mujeres cometidos en Ciudad Juárez, Chihuahua son presentados por los medios de comunicación, formadores de la opinión pública, como crímenes con móvil sexual, lo que lleva a discriminar cualquier otra posible explicación de estas escenas de violencia exponencial. Se les vende entonces como brotes de violencia inesperados por parte de un sujeto particular no identificado cuando mas bien se deberían tratar desde su propósito: el comunicar, pues develan la existencia de una segunda realidad, paralela a la que conocemos; son: “expresiones de una estructura simbólica profunda que organiza nuestros actos, nuestras fantasías y les confiere inteligibilidad” (Segato 19).
Así, Rita Segato, antropóloga, escritoria y activista argentina, a través de su ensayo La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez. Territorio, soberanía y crímenes de segundo estado nombra los feminicidios en el territorio como crímenes de poder inscritos en la lógica de un sistema, por lo que solo confiriéndoles significado es que se podrá vislumbrar el entendimiento del fénomeno y a su vez, al autor de estos crímenes, aquel en quien reside el poder. Podemos apreciar la manera en la que este problema social es presentado por la escritora como un código a descifrar, lo que lleva a la lectura de este como un lenguaje en el que sus interlocutores hasta el momento no habían sido nombrados. Las páginas de este libro nacen en contraposición con la censura que la antropóloga vivió en una entrevista durante su estadía en el marco de un foro sobre feminicidios en Ciudad Juárez; en el sexto día en esta ciudad, durante una entrevista las palabras de Segato fueron interrumpidas por la caída de la señal del canal local anfitrión. Este y otro suceso la llevaron a tomar la decisión de partir de esa ciudad como protesta y para salvaguardar su integridad. Fueron estas experiencias las que la llevaron a confirmar su hipótesis: en Ciudad Juárez se desarrolla un diálogo del que todos están conscientes pero nadie nombra, una diálogo del que se sabe a voces, sin embargo, solo hace falta dar un paso dentro de este territorio para hallarse dentro de un código dominado por una estructura alterna y hostil, que podría describirse hasta silenciosa cuando se acallan los gritos de las muertas y torturadas encerrando sus destinos en la página de “policiales”.
El libro consta de tres apartados: el prólogo, cortesía de Tinta Limón Ediciones, cuyo propósito es bien logrado: ayudar al lector a aterrizar, prepararle para lo que ha de venir, pues no es realidad sencilla a la que se afronta la activista. Posteriormente sigue el ensayo que da título al libro La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez. Territorio, soberanía y crímenes de segundo estado, en el que Ciudad Juárez es presentada como el lugar, por antonomasia, de la corrupción que caracteriza al sistema político mexicano que en su sed por beneficiarse a través de la política coacciona con fuerzas ilícitas. Segato hace una observación respecto a dos cosas que pueden decirse sin riesgo en esta tierra del capitalismo en su fase apocalíptica: “la responsabilidad por los crímenes es de los narcos”, narcos que en el imaginario colectivo encarnan el terror de la sociedad, es decir, los marginados; y “se trata de crímenes con móvil sexual” (Segato 16). He aquí el asunto que despierta la crítica de la antropóloga, cuya demanda se volverá literaria en el epílogo.
Quienes mueven los hilos de la opinión pública, y con ella los movimientos sociales, son los medios de comunicación, las autoridades, quienes instaladas en el “poder”, más por medios ilegítimos que legítimos, orientan a pensar que los cuerpos de las mujeres asesinadas y torturadas solo pueden ser crímenes con móvil sexual, invisibilizando la existencia de otros crímenes misóginos, que con su nombramiento develarían también la existencia de una segunda realidad que se beneficia de los cuerpos de las mujeres, como enuncia la autora: crímenes por deudas de tráfico, tráfico de mujeres, crímenes de pornografía virtual, tráfico de órganos, entre muchos otros que al no nombrarse, no existen y desaperecen del ojo público. La lectura de libro se inserta en el clima político de los últimos años en los que la actividad de las mujeres se expande, ellas enuncian los nombres de las asesinadas mientras conciben este acto como político. No solo se trata aquí, como dirá después la autora, de la reivindicación de la justicia en un territorio que vive muy lejos de ella, sino, de la formación de la comunidad como seres humanos y políticos, tomando a la política desde Josep Vallès, como “una práctica o actividad colectiva, que los miembros de una comunidad llevan a cabo” (Vallès 18) lo que a su vez nos llevaría a Kate Millet y su tan sonado “lo personal es político”.
Lo que considero el gran aporte de la lectura de Rita Segato bajo el clima político ya descrito es el reconocimiento de la tarea de la ciudadanía responsable, esta es el pensar en el posicionamiento personal frente a la realidad como fundamental para la comunidad, pues será este, que la más de las veces se da en lo privado, el que devenirá en acciones que trascenderán a la esfera pública. Así, ante una realidad como Ciudad Juárez, que huele tanto a putrefacto, nombrar las cosas por lo que son, es decir, a los feminicidios como crímenes de poder es reaccionar desde la empatía y la voluntad de dignidad humana a esa atmósfera que trata de acallar gritos, borrar rostros, mientras se vanagloria de su capacidad de muerte y dolor sin recibir rasguño alguno; tal posicionamiento no solo nos regresaría la calidad humana, sino que iluminaría el fénomeno que nos confirmaría que estos crímenes no son realizados por marginales, pues estos no gozan de impunidad por tanto tiempo.
En el apartado titulado “La ciencia y la vida” la escritora reflexiona en torno a cómo los feminicidios son crímenes de poder y llega a uno de los puntos más importantes de la obra: la manera en la que estos crímenes no son hechos por enfermos mentales, sino que son expresiones de una estructura simbólica, un gesto discursivo. Estos crímenes son pensados desde un sistema que exige de los hombres figuras masculinas guerreras y violentas, como rescata Nina Cabra en La herida masculina, habría que posicionarnos ante la masculinidad desde dos perspectivas: masculinidad como valor que organiza la vida de los hombres y mujeres (que les asigna roles), como dominante patriarcal y masculinidad como reconocimiento del valor de las formas de ser hombre (Cabra 174). En este reconocimiento hay una noción de poder. El sujeto que comete el crimen sexual, por el que el sistema se manifiesta, desea reconocimiento como igual por parte del grupo de pares. Aquí se encuentran las pistas del enigma. El cuerpo de la mujer, al cual se le asigna el rol de dar el tributo, es usado como lugar de escritura, lugar en el que se deja huella de un acuerdo, de un negocio. La violencia es expresiva y los crímenes son de poder, hablan de impunidad: espectacularizan el hecho de que están más allá de la ley.
Segato comienza con un listado: el lugar, los propósitos, los significados y la condiciones de posibilidad. El lugar es la frontera entre México y Estados Unidos en la que la desigualdad económica es tan visible que convence; los propósitos se orientan a dar prueba de la capacidad de crueldad y poder de muerte, para lo cual es necesario que las fuerzas que buscan estos estén coludidas con la administración oficial, dan prueba de su existencia por medio del crimen. Por el lado de los significados la autora desarrolla, lo que me atrevería a llamar, una hermenéutica de los cuerpos lacerados de mujeres de Ciudad Juárez, y en general, de los grupos delictivos de América Latina, aquí hallamos su propuesta: leer los asesinatos como un sistema de comunicación para encontrar su rastro; mediante la lectura de los signos en el cuerpo se constata que el crimen no se comete en contra de la mujer, sino, que ella solo fue utilizada para que el mensaje pudiera llegar a nosotros. La lucidez de su propuesta proporciona también el entendimiento de que, si se trata de un sistema de comunicación instalado, su eliminación será más dificil de lo que se imaginaba.
Lo que acentuaría en esta materia es que lo que busca esta emisión de mensajes violentos es también la despolitización de las personas de la comunidad mediante la siembra del terror, aquí tienen gran relevancia las condiciones de posibilidad que plantea Segato: la desigualdad permite el control total del territorio a nivel subestatal; encontramos, pues, una segunda realidad; una para la que los proyectos que buscan la reconstrucción del tejido social son enemigos declarados. La condición de este y cualquier totalitarismo es que su forma de lidiar con los conflictos sea la única correcta y posible, por lo que aislan al territorio de lo exterior, de toda nueva posibilidad, haciéndolo ver como lo extraño, lo que traicionaría la pertenencía al territorio que deja de serlo y se convierte en un lugar historiográfico, en el sentido en el que ahora un discurso se desarrolla en él y orienta toda acción, que a su vez influye en su economía, en su política y en el papel de sus hombres, mujeres, niños y niñas y sus cuerpos, todos insertos en este discurso que desvaloriza la vida y da un sentido casi sagrado al capital y al poder obtenido mediante el miedo.
Con la intención de dejar el epílogo para el final y al orientar la reflexión hacia el apartado de La nueva elocuencia del poder, el cual consiste en la que podría ser percibida como una conversación con Rita Segato complementada por la pluma de la antropóloga, que contesta, aplicando su modelo, a diferentes casos en América Latina: El Salvador, Nicaragua, Argentina, etc. es inevitable que no piense en su aplicaicón al lugar desde el que escribo, como si la lectura, después de llevarme a Ciudad Juárez me fuera destapando los ojos y me dejara otra vez en la casa en la que comencé a leer. Con la contingencia que vivimos por el contagio acelerado de COVID-19, regreso a mi casa en Tlaxcala, inicio la lectura del libro que ahora intento reseñar, paso las páginas y no niego que ahora mi mente se centre en Tenancingo, municipio internacionalmente conocido por la trata de mujeres; no puedo tampoco evitar la reflexión entorno al totalitarismo que se vive en Tlaxcala; un saber compartido que tenemos los que somos de aquí es que la gobernatura es negocio redondo para las familias viejas y poderosas de este Estado, que se maneja aún con una retórica colonialista; que la universidad autónoma no lo es tanto pues al igual que otras instituciones está al servicio de una familia cuyo apellido todos conocemos y que Tenancingo es otro tema, se trata de un lugar con una segunda economía basada en la trata de mujeres que produce más bienes de los que los sectores legítimos podrían producir juntos.
Pero, si es sabida la situación que atraviesa a Tenancingo, ¿por qué la población, al menos en lo que respecta al Estado, no tiene precedentes en la última década de haber exigido un plan de acción o investigaciones? Aquí ya no se trata solamente de quién dicta las órdenes, sino, de quienes no las cuestionan y por eso las perpetuan. En este asunto gran responsabilidad tienen las autoridades que, a través de los medios de comunicación locales, erigen posicionamientos que orientan, igual que en la tesis de Segato, la opinión pública. Se crea una atmósfera casi sagrada alrededor del capital de estas familias involucradas en el crimen organizado, pues “protegen” la economía de las familias de la localidad, economía que se ha desarrollado alrededor del tráfico y trata de mujeres. A la población restante no nos queda más que asombrarnos por la “audacia” con la que se libran de la ley, nos aterrorizamos cuando escuchamos el tipo de amenazas con que evitan que se les denuncie, las atrocidades que presuntamente han cometido, pero en esta discusión en ningún punto se toca el tema de las mujeres secuestradas, están en la sombra del gran terror y vergüenza que nos produce la figura del padrote tlaxcalteca.
Al empalmar Tierra de padrotes. Tenancingo, Tlaxcala, un velo de impunidad de Evangelina Hernández con La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez. Territorio, soberanía y crímenes de segundo estado de Rita Segato encuentro que Tenancingo puede ser leído perfectamente desde la retórica de Segato. La desigualdad económica en el territorio permite el control de este a nivel subestatal. En el libro de Hernández se enuncia que “Tenangingo es un escaparate de casas silenciosas de hasta cuatro pisos, la mayoría con acabado californiano. […] Grandes cúpulas, amplios terrenos y pintura de colores chillantes las vuelven atractivas a la vista” (Hernández 12). Segato también menciona que la condición de cualquier totalitarismo es que su forma de lidiar con los conflictos sea la única aceptada como correcta y posible, por lo que aislan al territorio de lo exterior, lo hacen ver extraño y peligroso para su lealtad con el terriotorio; en este mismo sentido Evangelina menciona:
A raíz de la detención de la familia Carreto Flores en 2005 (famila que operaba una red de trata de personas entre Tlaxcala y Nueva York) […] entrar a Tenancingo o pasear por sus calles irregulares es díficil, los lugareños desconfían de los autos con placas de otro estado. Ellos mismos montan su vigilancia. Se comunican a través de espejos o de teléfonos celulares cuando descubren que algún extraño merodea por el pueblo al que consideran su territorio, al igual que a las mujeres. (Hernández 12-13)
Los implicados en la perpetuación de la trata de mujeres en Tlaxcala dejan de ser las familias con poder económico y político, vemos ahora a toda una comunidad que, mediante la vigilancia y la alerta, se unen al mandato de dominación sobre el cuerpo de las mujeres, se ejerce una cosificación hacia ellas que permite restarles humanidad, y verlas justamente como eso, materia prima; por eso la opinión pública y la crítica no se ocupan de ellas, no se las menciona. A esto se debe abonar la manera en la que el tema es tratado en el Estado, ya se aludió a que es un tema del que todos saben pero pocos se atreven a denunciar, abría que rescatar lo que se expone en el libro Tierra de padrotes:
En atención a una solicitud del gobierno estatal y ante el surgimiento de movilizaciones sociales que exigían que se visibilizara el problema de la entidad, la doctora Patricia Olamendi realizó el estudio Trata de mujeres en Tlaxcala, para elaborar un diagnóstico […] constató que seis de cada diez tlaxcaltecas conocen el fenómeno y noventa y ocho porciento de ellos considera que la trata de personas viola los derechos humanos, además de que identificaban a Tenancingo como la “meca” de los padrotes. […] al consultar la opinón de los funcionarios se detectó que las autoridades estatales sí conocían el problema, pero le atribuían la responsabilidad a las mujeres, sólo a ellas. […] Cuando la investigadora le preguntó al gobernador del estado Hector Ortíz Ortíz (2005-2011) y a otros funcionarios de su gabinete cómo concebían el problema surgieron frases como: «Las mujeres se acostubran a la obtención de dinero fácil», «tenemos un problema muy grave en la entidad, las mujeres son muy locas» […] «las jóvenes se bajan los calzones hasta por un cartón de cerveza». (Hernández 13-14)
Desde 2008, año de la investigación, Tenancingo y otros quince municipios circunvecinos son mudos testigos de la esclavitud del siglo XXI: la trata de mujeres con fines de explotación sexual (Hernández 14). En este contexto y en los últimos años empiezan a resurgir movimientos disidentes de este orden: los estudiantes y algunas mujeres. En específico puedo hablar del movimiento feminista, entre cuyas consignas está la de la reconstrucción del tejido social, ya Rita Segato decía que para esta segunda realidad subestatal que existe, los proyectos que buscan la reconstrucción de este tejido son enemigo declarados; las mujeres de sus filas salen a las calles en las que por ser un Estado pequeño todos se conocen. Sorprende que ya no solo son las familias de las víctimas las que se movilizan, sino, también algunas universitarias, niñas de preparatoria y creo que a esto también se debe la alza de feminicidios en los últimos años y los comentarios hacia estos movimientos que les invitan sínicamente a marchar en Tenancigno “ a ver si muy valientes”, entre otros múltiples ataques. Esto se da, desde mi perspectiva, porque el movimiento pone en duda una noción sobre la que se ha erigido la economía y la política no solo de Tlaxcala, sino, toda economía y política capitalista: el hecho de que las mujeres no son personas. Esto atraviesa lo laboral, en las que se las ve como fuerza de trabajo barata; en lo familiar, en la que deben ser amas de casa, criadoras de los hijos, cocineras, etcétera; hasta lo sexual: máquinas de sexo o máquinas de bebés. Hay un incremento en la violencia hacia las mujeres y hacia sus movimientos pues hacen que se tambaleen los pilares de la normalidad como la conocemos, se les ve como una amenaza, mano de obra barata, amas de casa, cocineras, prostitutas o madres y en ninguna de esas denominaciones se les otorga el reconocimiento de personas.
Volviendo al libro reseñado, mediante los apartados anteriormente presentados Rita Segato explica desde la capa más visible de la realidad, representada por los asesinatos y los cuerpos lacerados, hasta la capa más interna, que es la coacción de la primera y segunda realidad económicas, políticas y sociales, de la legítima y la ilícita; cómo es necesaria la lectura de la violencia, pues la violencia expresa, denuncia la existencia de una estructura simbólica que nos puede llevar a la comprensión del fenómeno, no así a la clave del cese de violencia, en este sentido el epílogo es fundamental.
Si bien este apartado da fin al primer ensayo puede aplicarse como conclusión a toda reflexión entorno al tema. Como mencionaba antes, mediante el epílogo la autora se vuelve una vez más a lo personal y se volca en lo filosófico y literario; estudia pues el efecto que estos mensajes violentos tienen en las personas, porqué este se trata de un problema que nos conscierne a todos, se sea o no mexicano, se sea o no tlaxcalteca. “Quien ve pasar a su lado la marcha de su reproducción, creyendo que no le afecta, tiene un alto precio que pagar” (p. 45). En esto se asemeja a Hannah Arendt y la banalidad del mal; cuando somos testigos de una situación que pone en juego la humanidad de la persona hemos de reaccionar, tomar posición, y entre nuestras tareas está la de tratar de comprender, a lo que responde el modelo de Rita Segato. Este comprender nos debe llevar al reconocimiento de una estructura simbólica que le niega la educación a la mujer, que ejerce violencia contra esta, que la percibe como todo menos como persona y que conforma una de las bases más importantes de la economía y la política actuales. Esta comprensión abre el camino a la crítica de toda institución que busque apropiarse de las demandas de las mujeres, crítica que a su vez nos ayudará en la formación de las diferentes soluciones al problema del mal en los tiempos del narco y la impunidad, de gobiernos corruptos y el capital.
Sin embargo, también apunta a la manera en la que, literalmente, los mensajes con los cuerpos lacerados, están dirigidos hacia nosotros y nos pavonean su impunidad, ante esto hemos de jugar el papel de interlocutores antagónicos, críticos, no conformarnos con un móvil sexual. Llama la atención también la mención del mito de la esfinge y Edipo como una metáfora para explicar la posición en la que ponían a la antropóloga los crímenes en contra de las mujeres de Ciudad Juárez; lo hace de esta manera en el intento de expresar aquello que Segato siente de modo que el lector pueda remitirse a esa sensación en común, propósito que no alcanzaría sino fuese por medio de un recurso artístico que nos acerca a su experiencia, “Descrífame o te devoro”.
Al haber aplicado superfluamente el modelo de Segato al contexto desde el que escribo puedo reconocer en este un paso adelante en la comprensión de los feminicidios y la trata de mujeres como violencia expresiva, que nos da algo a qué seguirle rastro, nos da la pauta para dudar del móvil sexual, de la acusación a las “mujeres locas” y así mismo, de la acusación dirigida solamente a las familias involucradas directamente con el crimen organizado; expresiones de las que los medios y autoridades abusan; sin embargo también dudo: ¿la comprensión nos llevará al cese de violencia? La noción de historia que tenemos nos llevaría a pensar que tenemos la misma suerte de Edipo, quien incluso tras haber descrifado fue devorado. No obstante, la balanza se equilibra con la crítica y la apuesta en la formación crítica de los estudiantes que apelan a la humanidad del otro, siempre como razón más grande que el mal o el terror, estudiantes críticos que busquen soluciones y que actúen como agentes activos de cambio. También debemos apelar a la reformación social, a que el descubrimiento de la estructura simbólica ya señalada no se quede como una injusticia identificada más, que se denuncie la impunidad, que se dude de la institución, que se juzguen siempre las medidas adoptadas, que las víctimas participen en la planeación de estas.
El libro de Rita Segato se inscribe en el clima político ya mencionado en el que pareciera que ya todo Estado se mueve bajo la lógica de Ciudad Juárez, aparecen todos los días cuerpos de mujeres en canales, debajo de puentes, lotes baldíos, moteles, cortados dentro de bolsas negras en algún campo de trabajo, incluso en planteles universitarios, a los ojos de todos. En ese tiempo eran las muertas de Juárez, ahora son todas las muertas de México y América Latina. Este asunto no solo afecta en el sentido de que moviliza políticamente a las mujeres, sino que nos brinda una nueva perspectiva desde la que se lee cada movimiento en la economía, tal es el caso de la migración forzada de mujeres, ya no tanto por cuestión económica, sino, securitaria, como expresa la asociación Dignidad y Justicia en el camino:
Se hace parecer que la migración de las mujeres “responde a problemas estructurales en los países de origen… [Pero] Se observa una violencia sistemática machista y patriarcal, significa que los hombres podrán usar sus cuerpos que en general las personas van enfrentando, pero que en las mujeres tiene una particularidad […] Ellas huyen de una “muerte en vida” donde el ser mujer en un contexto criminal de violencia machista y patriarcal significa que los hombres podrán usar sus cuerpos como territorio de escritura para venganzas o demostración de fuerzas (p. 83)
La propuesta de Segato es una que nos da lucidez respecto a nuestra capacidad de escuchar, incluso dentro de un contexto que nos bombardea con información para dejarnos sordos. Nos recuerda que hemos de mantener una posición crítica, que hemos de seguir en la búsqueda de claves de lectura, así como el ejemplo presentado en el campo de la migración; también desde esta clave leer los movimientos en la política, en el campo de las artes, de la educación, llevarlo a lo micro, a los hábitos y prácticas cotidianas.
Finalmente una vez más se incita a la comprensión, porque por monstruosos que parezcan los crímenes, la única manera de regresar la humanidad a esta dolorosa y vulnerable realidad es mediante el trato digno del perpetrador, la escucha de los violadores, que son personas; el perdón a los asesinos, que son personas; la reformación de las comunidades que se viven de la prostitución, porque fueron comunidades olvidadas y vulnerables que se dejaron llevar por un discurso proxeneta y, por último, el rechazo de la pena de muerte, pues la voluntad por la dignidad humana también ha de empujarnos a ver que los sujetos que realizan estos crímenes no son más que chivos expiatorios de un sistema que les ha enseñado que esa es la única manera de lidiar con los conflictos, un sistema que vive en una cómoda oscuridad y silencio y que solo podrá ser combatido desde la lucidez que nos da la crítica.
Bibliografía:
Ayala, Nina Alejandra Cabra. «La herida masculina.» Nómadas (2017): 167-181. Digital.
Dignidad y Justicia en el camino A.C. ¿De dónde vienen las mujeres? Sin lugar en el mundo: Desplazamiento forzado de mujeres por Guadalajara. México: Prometeo Editores, 2017. Digital
Hernandez, Evangelina. Tierra de padrotes. Tenangino, Tlaxcala, un velo de impunidad. México: Tusquets Editores, 2015. Digital
Millett, Kate. Política sexual. Madrid: Ediciones Cátedra, 1995. Digital.
Segato, Rita. La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez. Territorio, soberanía y crímenes de segundo estado. Ciudad de México: Tinta Limón Ediciones, 2013. Digital.
Vallés, Josep M. Ciencia Política. Una introducción. Barcelona: Editorial Ariel, 2007. Digital.
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